Hace poco más de dos meses comencé una nueva actividad grupal (que no viene al caso) para la cual, con el objetivo de desarrollar determinadas tareas comunes que nos convocan, es preciso llevar a cabo durante la semana ciertas reuniones periódicas. Tales encuentros acontecen en un recinto particular y fijo. Pero -quizás acorde a nuestra idiosincrasia argentina- siempre existen las excepciones a la regla: hay días en los cuales el espacio destinado a la práctica de nuestros quehaceres se halla imposibilitado de uso por diferentes motivos. Y fue en una de estas situaciones de 'no disponibilidad' que, unos cuantos días atrás, una de mis compañeras ofreció -a un reducido subgrupo- muy amablemente su casa para poder juntarnos.
Ya al conocer su domicilio sospeché que se trataba de gente con un poder económico bastante importante, acorde a la zona en la que residían. Y no me equivoqué: llegué y al acercarme nomás al portero eléctrico, se encendió un reflector digno del Giusseppe Meazza en Milán... de tanta tecnología, parecía que me estaban filmando con cámaras en 3D, y que el sonido tenía hasta efecto sorround... Un señor muy uniformado me abrió la puerta y me hizo una reverencia... Subí por un ascensor privadísimo que me llevó directamente al departamento en cuestión... corrijo: al recontra-departamento-exudante-de-lujo en cuestión. Como por razones laborales, yo tuve que ir más tarde que el resto, la mayoría del grupo ya estaba en pleno desempeño de labores cuando me les sumé. No del todo inmersa en la actividad de ese momento, me distraje unos instantes mirando una especie de placa metálica dorada que llamó mi atención, ubicada arriba de un piano, y en la cual alcancé a leer dos grandes iniciales: “D.T.”. Semejante cartel me produjo 'algún' grado de intriga, especialmente cuando luego de un rato logré descifrar la letra chica de abajo -donde figuraban nombres y apellido del homenajeado- y comprobé sorprendida mi hipótesis. Sólo les tiro un par de datos:
- La dueña de casa había mencionado a lo largo de la noche varias veces a su marido, aludiendo a él como “César”.
- El señor obtuvo el mentado premio en el año 1978.
Un detalle más: nos quedamos a cenar ahí... y no, no lo conocí en persona, él justo se había ido de viaje...
Ya al conocer su domicilio sospeché que se trataba de gente con un poder económico bastante importante, acorde a la zona en la que residían. Y no me equivoqué: llegué y al acercarme nomás al portero eléctrico, se encendió un reflector digno del Giusseppe Meazza en Milán... de tanta tecnología, parecía que me estaban filmando con cámaras en 3D, y que el sonido tenía hasta efecto sorround... Un señor muy uniformado me abrió la puerta y me hizo una reverencia... Subí por un ascensor privadísimo que me llevó directamente al departamento en cuestión... corrijo: al recontra-departamento-exudante-de-lujo en cuestión. Como por razones laborales, yo tuve que ir más tarde que el resto, la mayoría del grupo ya estaba en pleno desempeño de labores cuando me les sumé. No del todo inmersa en la actividad de ese momento, me distraje unos instantes mirando una especie de placa metálica dorada que llamó mi atención, ubicada arriba de un piano, y en la cual alcancé a leer dos grandes iniciales: “D.T.”. Semejante cartel me produjo 'algún' grado de intriga, especialmente cuando luego de un rato logré descifrar la letra chica de abajo -donde figuraban nombres y apellido del homenajeado- y comprobé sorprendida mi hipótesis. Sólo les tiro un par de datos:
- La dueña de casa había mencionado a lo largo de la noche varias veces a su marido, aludiendo a él como “César”.
- El señor obtuvo el mentado premio en el año 1978.
Un detalle más: nos quedamos a cenar ahí... y no, no lo conocí en persona, él justo se había ido de viaje...